martes, 25 de marzo de 2008

En la quinta

Había un asado en la casaquinta de Carlos Bilardo, en Moreno. Al mediodía, un grupo de siete u ocho muchachones, se acercó a la tranquera y desde allí gritaron: "¡Doctor!, tenemos un desafío...". "Bueno, ¿a que hora?", preguntó el entonces entrenador de la Selección Nacional. Y ahí nomás se armó el partido. Un rato antes de la hora acordada, unos veinte pibes comenzaron a pelotear en el potrero de al lado, que estaba lleno de lomas y pozos. Bilardo se quedó unos minutos mirando como pateaban antes de ver quienes serían sus probables compañeros de equipos, todos amigos cargados de años y kilos, quienes seguían de sobremesa. Entonces llamó a su hermano Jorge, le señaló el potrero y le dijo: "Ahí hay unos cuantos buenos. Andá y deciles que nos falta gente. Hacé como que elegís al voleo y traé a los dos que están en cuero, al de remera roja y al grandote de pantalón lila...". El picado duró hasta que el sol se acostó y, por supuesto, el equipo de Bilardo ganó por muerte. ¡Si les había sacado a los mejores jugadores!

miércoles, 5 de marzo de 2008

La casa del narigón

Carlos Bilardo, recuerda lo que ocurría con la casa que tiene en el Bajo Flores cuando era entrenador del seleccionado nacional: “ Me reventaban el frente a piedrazos hasta que me avivé: antes de cada Mundial ponía el cartel “SE VENDE” y, más tarde, ya con todos los partidos encima, le agregaba otro de “VENDIDO”. Igual cuando perdimos contra Camerún, en Italia ´90, nos tiraron de todo ”.