viernes, 30 de mayo de 2008

Después de Camerún

Cuando llegamos, les hablé en una reunión: “Acá hay dos opciones: vamos en un avión, le damos un paracaídas al piloto y nosotros nos estrellamos contra cualquier cosa o llegamos a la final. Porque hoy nos vieron 1.500 millones de personas y nos tienen que volver a ver esa cantidad”. Después me quedé con los más grandes hasta las 7 de la mañana, pieza por pieza; y a la mañana, con los chicos, también pieza por pieza. Cuando fuimos a almorzar les miré la cara a todos, zuuummm: los que habían jugado estaban todos callados; y los que no, hablaban todos. Miré, miré, miré, y dije: tengo que pegar un sacudón, tengo dos días. A la una de la tarde les dije: “Señores, la formación para el próximo partido es ésta”. A la noche los que hablaban ya no hablaron más porque sentían el nerviosismo. Por la rejita de la concentración yo veía lleno de periodistas, lleno. Me acordé de un libro de un alemán que había perdido una batalla y se había cortado el pelo, emprolijado, vestido bien. Y yo hice igual: perfume, todo. Pasé, pasé, hola, cómo les va y llegué al medio. Después, Maradona me dijo: “Es la primera vez en mi vida que no me para nadie”. Sí, estaban todos esperándome a mí.

sábado, 10 de mayo de 2008

Motivando a los pibes

En la semifinal contra Italia, la noche anterior al partido, Carlos Bilardo los despierta a todos y los lleva hasta la puerta, donde encontraron una bandera argentina quemada. Bilardo le dice a los jugadores: "Ven, ven como son los tanos, mañana en la cancha van a hacer lo mismo". Los mas jóvenes (Goycochea, Cannigia) estaban furiosos, pero los mas veteranos del plantel (Ruggeri, Batista, Maradona) sabían bien que el que había hecho eso era el narigón para motivarlos.